jueves, 15 de mayo de 2008

Das Reich Der Zwei

Me permito aquí transcribir un breve capítulo del libro "Madre Noche" de Kurt Vonnegut Jr. Autor del que actualmente leo mi segundo libro (el primero siendo "Dios le bendiga Mr. Rosewater ó echando margaritas a los puercos") y quien, en palabras de García Marquez es "simplemente notario de la realidad"

Nación De Dos

Mi mujer nunca supo que yo era un espía.
Nada habría perdido comunicándoselo. Ni me hubiese amado menos si se lo hubiera dicho ni habría hecho peligrar mi posición. Pero el simple hecho de decírselo habría roto mi mundo privado con la divina Helga; un mundo celestial que dejaba en pañales al propio Libro de la Revelación. Ya bastaba con la guerra. Mi Helga creía las cosas horribles que yo decía por radio y en las fiestas. Porque siempre frecuentábamos las fiestas
Éramos una pareja lo que se dice popular, alegre y patriótica. La gente solía decirnos que alegrábamos sus vidas, que les dábamos ánimos para seguir adelante. Y no es que Helga viviese la guerra como una mera figura decorativa. No; entretenía a las tropas con sus espectáculos, a menudo a tiro de los cañones enemigos.
¿Cañones enemigos? Bueno, Los cañones de alguien, de todos modos.
Y así fue como la perdí. Actuaba para las tropas de Crimea cuando los rusos retomaron la península. Mi Helga fue dada por muerta.
Finalizada la guerra gasté mucho dinero en contratar los servicios de una agencia privada de detectives de Berlín oriental para que averiguase algo sobre ella, aunque sólo fuese el dato mas ínfimo. Resultado: Cero. Mi oferta a la agencia llegaba a los diez mil dólares por cualquier prueba fehaciente de que mi Helga se encontraba viva o muerta.
Mi Helga creía que yo pensaba de veras las cosas que decía sobre las razas humanas y la maquinaria de la historia; y yo se lo agradecía. No importa lo que yo fuese en verdad; no importa
lo que yo pensara realmente: lo que yo necesitaba era un amor sin crítica.
Y mi Helga era el ángel que me lo concedía.
Copiosamente
No hay persona joven en el mundo que sobresalga tanto en todos los aspectos como para no necesitar un amor incondicional. ¡Dios mío! cuando los jóvenes interpretan sus papeles en las tragedias políticas -esas tragedias donde los personajes del reparto ascienden a miles de millones- un amor incondicional es el único tesoro al que pueden aspirar.
Das Reich Der Zwei, la nación de dos que mi Helga y yo formábamos, poseía su propio territorio. Y aquel territorio que defendíamos tan celosamente no iba mas allá de los límites de nuestra enorme cama matrimonial.
Un breve terreno bajo, ondulado y flexible, con mi Helga y yo por montañas.
Y sin tener otro aliciente en la vida que el amor, ¡qué estudiante de geografía tan aventajado llegué a ser! ¡Qué mapa podía trazar para un turista de una micra de estatura! Un wandervögel microscópico que corriese en su pequeña bicicleta aquel camino entre el lunar situado situado a un costado del ombligo de mi Helga y el rizoso vello dorado del otro... Si esta imagen parece de mal gusto, que Dios me perdone. Se supone que todos inventamos nuestros propios juegos privados para conservar la salud mental. Yo me he limitado a describir nuestro juego.
¡Ah, cómo nos fundíamos el uno con el otro! ¡Qué despreocupadamente nos fundíamos!
No escuchábamos nuestras palabras. ¿Para qué? Oíamos solo la melodía de nuestras voces. Lo que escuchábamos no tenía mas sentido que los ronroneos o gruñidos de los grandes felinos.
Si hubiésemos escuchado con mayor atención, si hubiésemos pensado mas acerca de lo que oíamos, ¡qué hastiada pareja habríamos terminado siendo! Cuando estábamos fuera de ese territorio soberano que era nuestra nación de dos, hablábamos como los lunáticos patriotas que nos rodeaban.
Pero eso no importa.
Sólo una cosa importaba...
Nuestra nación de dos.
Y cuando aquella nación desapareció, me convertí en lo que hoy soy, en lo que siempre seré: un hombre sin patria.
No puedo alegar que no me previnieran. El hombre que me reclutó aquella tarde de primavera en el Tiergarten -hace tanto tiempo de eso- me predijo el futuro con exactitud.
-Para hacer bien su trabajo -me dijo mi Hada Madrina Azul- tendrá que cometer delitos de alta traición; tendrá que servir al enemigo. Nunca se le perdonará por eso, porque no existe ningún mecanismo en las leyes que otorgue perdón para ese delito. Lo más que se podrá hacer por usted será salvarle el cuello. Pero no llegarán jamás esos mágicos días en que su nombre quede limpio. Jamás llegará el momento en que Estados Unidos de Norteamérica le saquen de su escondrijo con un alegre "Li-li-li-liii-breee...".





Madre Noche
Kurt Vonnegut Jr.
Editorial Bruguera. 1era edición
España. 1977

1 comentario:

Vash dijo...

Encuentro esta etrada casi un año tarde, y espero que para ahora ya hayas leído el fantástico "Las Sirenas de Titán", el satírico "Desayuno de Campeones o Adiós Lunes Deprimente", el himno contra la guerra "Matadero Cinco", y el maravilloso "Un Hombre Sin Patria". Gracias por leer a Vonnegut... eso es lo que creo que tu mente debió pensar al terminar algo de Kurt.