sábado, 8 de diciembre de 2012

Hace ya más de un año que te abandoné formalmente, aunque de facto haya sido desde mucho antes.

Te detesto. Bueno no, te temo. Me aterras.

Eres el testigo de lo que ya no soy, de lo que fui, de lo que me ha dolido más en toda la vida, en el alma. Lo que me marcó y cambió para siempre, que me convirtió en este ser que ahora simplemente vive con la corriente, que ya no sueña como lo hacía, que ya no vive con la intensidad del fuego, que está anestesiado excepto cuando de ira o tristeza se trata, porque ya es lo único que puedo experimentar intensamente.

En los pequeños ratitos que puedo sentir algo más, algo de felicidad, un brinco del corazón entre toda la frialdad, es cuando se trata de imposibles, del pasado, recuerdos, ilusiones que nacieron hace años y la realidad y el cauce de la vida se ha ido encargando de lavar con su cauce inevitable.

Hoy tuve un mal día. Uno de esos que a veces hay. De esos que mi dramatismo, mi volubilidad, mi egoísmo y demás vicios de la personalidad han hecho algo más o menos recurrente. Una semana pesada y esta sensibilidad de que lo negativo me pegue tan intensamente han echado también su carga para llegar al punto en el que estoy.

No sé si la haya mencionado antes, estoy casi seguro de que sí, aunque probablemente haya sido de forma negativa. No importa, la negatividad está en mi percepción. El punto es que la vi de nuevo. No a "ella", la "innombrable", si no a la que ha sido para mi ego la mayor satisfacción físicamente hablando, la mujer más hermosa con la que he podido tener algo. Mi debilidad son las mujeres hermosas en términos del exterior. Me divido entre la atracción meramente física para satisfacer no sé qué parte de mi, y la atracción intelectual, la que me llena el alma, la que busca que me comprendan, me entiendan y me exijan lo menos porque ya estoy harto de vivir cumpliendo órdenes y expectativas.

Pero mis prejuicios dicen que las mujeres hermosas están interesadas en un proveedor, cosa que yo, sintiéndome de jodido ($) como me siento, no soy adecuadamente, aparte de que francamente todo el dinero que obtengo me lo gasto en mi, en lo que me hace feliz (música, instrumentos y comida, básicamente), lo cual me deja aún menos de lo poco que a veces obtengo para proveer deseos y caprichos ajenos.

Regresando, la vi, te vi. M. Así la llamaré para añadirle un halo de misterio al asunto jajajaja, aunque la obviedad es inevitable, pero bueno, M, te vi y me volcó el corazón; soltó ese pequeño gritito de alegría, de "veme", esa intriga narcisista de saber si, a pesar de todas las veces que la he cagado contigo, aún sientes algo por mi. Pretextos me han sobrado y huevos me han faltado para estar contigo. Que si te vas a ir a vivir a otro lado pronto, que si no tengo dinero, que si soy feo y tú hermosa, que cómo vas a estar conmigo, que si no soy lo suficiente (hablando de autoestima ¿no?)...

¿Que si el sexo contigo es tan malo como creo que es y voy a quedar insatisfecho?

 Y mil y un broncas mentales más que me aquejan cuando de ti se trata.

Pues bueno M, déjame decirte que mi corazón salta cuando te veo, que todas mis dudas se disipan (al menos 1 ó 2 segundos), que quiero admirarte y tratar de pasar lo físico para compenetrarme, me da terror decirte mis miedos, mis dudas, mis temores, terrores y demás con respecto a tu persona pero quiero hacerlo. El problema es que estoy demasiado cómodo. Tengo a alguien que me satisface en muchos aspectos, a quien amo y con quien quiero pasar mi vida ¿pero es eso realmente lo que necesito?¿lo que quiero? ¿lo que busco?

No me quiero arrepentir, tengo miedo a equivocarme, no fui criado para aceptar equivocarme, para aceptar mis errores. Te extraño, rondas mi cabeza y cuando creo que ya te olvidé (porque lo intento) algo pasa que de nuevo estás ahí, embrujándome, sin dejarme ir, sin cerrar ciclos, simplemente indeleble, como una profunda cicatriz que ni el tiempo borra.