Literario

Él iba radiante, la suave brisa de las noches tranquilas de comienzos de septiembre se colaba por la ventana abierta acariciando su cara y agitando su largo cabello, negro como el carbón.

Eran alrededor de las 9. La luna, a pesar de estar en su máximo esplendor, era opacada por unos trozos de algodón flotante que solo permitían que una pequeña porción de su luz se filtrara, produciendo sombras tenues. El sonido producto de la fricción del caucho contra el pavimento era inaudible mientras los murmullos de la música que emanaba de las bocinas alcanzaban sus oidos produciendole sensaciones placenteras y un canto casi involuntario. Todo era perfecto mientras su bólido surcaba la carretera en dirección a un destino al que jamás llegaría.

Luz roja, vuelta continua, camino depejado. -Perfecto- pensó acelerando la marcha mientras activaba el control de las luces, las luces pasaban volviendose manchones borrosos a medida que el carro ganaba velocidad acompañado del rugido insaciable del motor, siempre hambriento de mas. -Un crucero mas y estaré ahí- se dijo a sí mismo mientras disminuía un poco la velocidad al acercarse a una zona mas transitada. 60 kilómetros por hora, el límite permitido, tan efímero y eterno como el tiempo todo se volvió mas lento, obedeciendo al muy conocido cliché de la "cámara lenta". Ahí terminó todo.

Minutos después, el instinto vouyerista se había apoderado de una multitud congregada alrededor de los vehículos destrozados, mientras las luces de las patrullas parpadeaban con sus cambiantes colores en la escena. Algunos intercambios breves de palabras, un poco de papeleo, cambio de locación, 300 pesos menos, y fin.

Choqué.